El talento que ya no espera

Creadores, impulsores y gestores protagonizan en Rambleta la gran sentada de la cultura valenciana emergente

Más de una veintena de actores culturales dieron voz en el centro del Bulevar Sud de València a un sector que se enfrenta al inaplazable gran reto de su tiempo: cómo proteger y cultivar el ingenio de los creadores autóctonos.

La tarde sucedió como un escalofrío, movimiento de placas con epicentro en Rambleta. Se había convocado a todos los filamentos que forman el tejido de la cultura valenciana, especialmente la que atiende a ese talento recién brotado y lo riega. Ya vale de metáforas: el talento se riega con tiempo, con recursos, con dinero. La cuestión capital se deslizó ya desde la primera mesa, alrededor de la cual se reunieron: June’s Kaleidoscope, Lebrel, Taiat Dansa, la Revista Canibaal, Ana Illueca, Lawerta y Ana Ramón Rubio. Si en lugar de unirlos se les hubiera pedido que crearan algo entre todos, la criatura sería insólita.

Pero les tocaba reflexionar. Hacer introspección, cavar hondo y hablar de errores y aciertos, para poder extrapolarlos luego a la relación de esta ciudad con sus creadores. Se convino que los años de crisis habían servido como un revulsivo cruel para los artistas. Sugirió Lawerta que la palabra éxito es tramposa y conviene dejarla enfriar antes de descorcharla: el éxito puede ser que te conozcan en Polinesia o trabajar de aquello con que soñabas sin tener que salir de tu barrio. Conviene, en cualquier casa, darse una vuelta por los confines de tu manzana, apuntaba Meritxell Barberá, de Taiat Dansa, para ver qué hay fuera y volver con la mochila llena.

Y hay que interiorizar, esto para todos, que hay que pagar al artista. Que la precariedad es el enemigo declarado de la cultura. Conviene que la ciudad lo asimile hasta los huesos de cada uno de sus habitantes. Se lo recordaba a los propios rectores públicos José María Company, de Caixa Popular, entidad que riega el talento sin metáforas. Junto a él, representadas entidades como Vinilo València, Cabanyal Íntim, Sgae, Wegow y Artsy de Movistar.

Recogieron el hilo de sus predecesores en la tarde y aportaron que crear es solo ya la mitad del trabajo; la otra mitad es saber comunicar qué has creado. Fernando Rascón, de Artsy: “los cambios generacionales en empresas han propiciado un diálogo más cercano con los proyectos culturales”. Pero queda aún mucho por hacer, sobre todo respecto a la  creación de una gran base de público. Coincidían en que algo se mueve en la ciudad pero hace "mucho más”, concentraba Isabel Caballero, de Cabanyal Íntim.

Mucho más: centros de toda la ciudad, públicos y privados, uniéndose para crear un ambicioso proyecto de residencias artísticas.

Se anunció en la última mesa, mediante uno de sus promotores, Jacobo Pallarés, de Proyecto Inestable. Estaba rodeado de centros de aquí y allá: Rambleta, Centre del Carme y Palau de la Música, de València; Nau Ivanow y Graner de Barcelona; Schloss Broellin de Alemania. Planteaban la necesidad de establecer códigos rigurosos e independientes a los representantes públicos para elegir qué proyectos artísticos impulsa una ciudad y la relación sinuosa entre los ejes público/privado, y tras uno de los meandros el debate desembocó en primicia: un programa común en favor del talento emergente.

Emergente, esa palabra de límites tan difusos que podría abarcar una carrera tan consolidada como la de Víctor Sánchez, de Wichita Co. Su compañía agitó las artes escénicas con Nosotros no nos mataremos con pistolas, un doble salto mortal. Cayó de pie y ello le ha permitido dedicarse a ese oficio íntimo, nocturno y obsesivo de escribir para que otros disfruten desde el escenario. Lo contó en Rambleta.

Hubo una última frase, notas de una partitura alegre de Mo Antón. Él también emerge de la ciudad que se propuso en una tarde de escalofrío no esperar más para hacerse cargo de su talento.